MOTO GUZZI 65



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Desde pequeño he sido un apasionado del mundo del motor. Curiosamente, soy el único en mi familia que comparte esta afición. Sin embargo, toda mi vida he tenido delante de mí una inspiración constante: una flamante Moto-Guzzi Hispania 65 que perteneció a mi abuelo, comprada un 10 de agosto de 1957.
Aunque siempre estuvo en el garaje de casa, la moto llevaba años en silencio. Nunca llegué a oír su motor en marcha, y un día mi padre decidió trasladarla a un pequeño "museo" improvisado en casa de mis abuelos. Pensé que nunca volvería a verla rodar.
Pero todo cambió un 25 de noviembre de 2014. A pesar de no tener experiencia en la restauración de vehículos clásicos, decidí intentar devolverle la vida. Mi primer objetivo fue arrancarla. Así comenzó mi inmersión en el mundo de los platinos, un terreno totalmente desconocido para mí en aquel momento. Tras un mes de pruebas, errores, y adaptando piezas de otras motos, logré que el motor cobrase vida. La emoción fue tan grande que convertí aquel momento en el regalo de Navidad para mi padre (le puse hasta un lacito).
Ese pequeño logro fue el punto de partida de un reto mayor: una restauración integral. Desmonté la moto tornillo a tornillo. Con 20 años, mientras estudiaba, invertí todos mis ahorros en recambios y piezas originales. La ilusión me impulsaba, pero las herramientas no siempre estaban a la altura de mis ganas: sin acceso a una máquina de ultrasonidos ni equipo de arenado, el motor quedó completamente abierto sobre la mesa, mientras el chasis descansaba en una caja de cartón.
Y entonces, un revés. Durante la reparación de un montacargas en casa de mis abuelos, el técnico que acudió apiló varios objetos que estaban en una estantería sobre las piezas del motor. Aquello supuso un golpe duro para mí y me hizo perder por completo la motivación.
Desde entonces, he seguido con otros proyectos, como la transformación de una Honda CB 500 S en una Scrambler (adjunto foto). Pero la Guzzi sigue esperando, en el mismo lugar donde la dejé, sin saber cuántas piezas faltan… aunque sé que todavía late dentro de mí la ilusión de verla terminada.
Hasta la fecha he invertido cerca de 1.000€ en su restauración. Pero lo más importante es lo que representa para mí: es un pedazo de la historia de mi familia y de mi propia pasión. Ganar este concurso sería el impulso que necesito para culminar este proyecto y devolverle a la Guzzi el lugar que merece: expuesta con orgullo en el hall de casa, para recordarme cada día que nunca es tarde para cumplir un sueño.