Renault 8
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Este vehículo es mi Renault 8. Siendo ochentero y habiendo vivido la última etapa de uso de este tipo de vehículos, tenía especial predilección por este modelo. La estética, el sonido, le hacían un coche único e inconfundible para mí.
Cuando hace ya algún tiempo me decidí a tener un clásico, no dudé en empezar a buscar un R8. Fue mi abuelo el que me puso en contacto con un amigo suyo, diciéndome un día de sobremesa "debe llevar parado ese coche lo menos 30 años..." ; y no fallaba el hombre, no habían sido treinta, pero sí 25 años los que llevaba guardado en un garaje.
El estado, para un coche que en ese momento casi cumplía los 50 años, era bastante decente. No tenía aparentes óxidos, aunque luego salió alguno; de chapa estaba para hacer, pero podía tirar; interiores bien conservados, salvo los asientos; y lo más importante el motor giraba y marcaba 33.000 kilómetros, con una buena apariencia además que indicaba que el cuenta kilómetros no engañaba.
Tras sacarlo del dique seco, lo primero fue mover bien el motor, lubricar, limpiar carburador, cambiar anticongelante y aceite del motor, limpiar bujías... y tras estos trabajos, el coche arrancó como el primer día. Una buena limpieza hizo que el coche, aunque no estuviese en sus días de gloria, volviese a rodar un par de años por las calles del pueblo donde tanto servicio había hecho a sus anteriores dueños.
Tiempo después empecé a desmontar para un buen lavado de cara. Es muy difícil ser minucioso y detallar una restauración de este tipo sin dejarte nada en el tintero. En mi caso, empecé por desmontar capó delantero y faros, puesto que en algún momento el coche había perdido ácidos de la batería y tenía la chapa del interior del capó en muy mal estado. Eliminar el óxido y la corrosión fue un trabajo complicado, especialmente en los lugares más angulados. Tras esto, extendí producto anti óxido y una vez curada imprimación de zinc con fondo negro.
Después de esto, desmonté la tabica trasera del motor, donde va el radiador del coche, puesto que de la parte trasera, era la que más castigada estaba. Un buen lijado tanto a la tabica, como a la chapa del radiador y al propio ventilador del coche, hizo que la parte trasera quedase como nueva. Aproveché que tenía el radiador fuera para llevarle a una limpieza profunda por el interior y con eso, motor y trasera del coche quedaron listas.
Más tarde vino el trabajo de pintura, lo más delicado. La chapa, aunque solo tenía un golpe grande, necesitaba pequeñas reparaciones en muchos lugares, así que taco de lija, paciencia y masilla. Esto es lo que más tiempo me llevó. También hubo que sanear algunos piquetes de óxido en el cierre de las puertas. Cuando todo esto estuvo listo, se limpiaron los bajos del coche con cepillo de alambres y se cubrió la parte baja con pintura antigravilla. Muy recomendable esto en coches veteranos que donde más pueden sufrir es por los bajos, la oxidación que no se ve y termina por comérselos. Finalmente, compresor y pintura. Aunque el acabado no es de cabina profesional, pero quedé satisfecho ya que con un buen pulido la pintura quedó lisa, bien extendida y brillante.
Aunque el trabajo más delicado estaba hecho, quedaba toda la parte fina. Otro aspecto que me levó mucho tiempo fueros los paragolpes cromados. De hecho, de lo que el coche tenía puesto, pude recomponer un paragolpes completo utilizando piezas del delantero y del trasero. Con estas piezas originales, el trabajo era limpiar bien por dentro, quitar el óxido, cubrir con antioxidante e imprimación de zinc; por la parte exterior pulido con dos discos y pulimentos diferentes para devolver a un viejo cromado su esplendor. Nada que ver esta calidad con los cromados actuales ni con las piezas de sustitución que compré para componer el paragolpes que me faltaba.
Faros y pilotos estaban completamente matizados, por lo que también tuve que pulir a conciencia para devolverlos el brillo a los plásticos, cristales y embellecedores. El mismo esfuerzo se realizó con los anagramas, la mayoría originales y algunos repuestos de época.
Otra parte delicada fue la de las gomas de las ventanillas: guías y lamelunas. En este paso, se quitaron las ventanillas para poder colocarlas ya que con ellas puestas habría sido imposible.
Las campanas interiores de los faros delanteros estaban muy oxidadas por su exposición a la humedad, especialmente en las partes de abajo de ambas. En esta ocasión, la dremel me ayudó a eliminar toda esa corrosión.
Un buen coche clásico y más de marca francesa, debe tener un toque distintivo obligatorio (al menos a mi parecer), que son las bombillas de los faros delanteros de color amarillo selectivo.
Con los paragolpes montados, anagramas, ventanillas, gomas... ya solamente quedan cuatro remates para que definitivamente, esta joya vuelva a la calle como se merece. Una inversión de mucho tiempo, pero tengo que decir que muy agradecida también. Un placer para mí haber devuelto esta máquina a la vida y un homenaje a mi abuelo que vio con orgullo como ese coche que tantas veces había visto volvía a caminar de manos de su nieto.