Restauración Patroclo
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Desde pequeño mi abuelo me enseñó que las cosas importantes en la vida se luchan. No se compran hechas. Se construyen. Él condujo durante años un Nissan Patrol, y para mí ese coche no era solo un vehículo, era un símbolo: esfuerzo, trabajo, tierra, recuerdos. Cuando falleció, juré que algún día tendría uno igual. No para presumir, sino para mantener viva su historia.
Años después, tras ahorrar durante mucho tiempo y buscar sin descanso, encontré lo que buscaba: un Nissan Patrol 160 del 1983 con motor SD33 atmosférico. El mismo motor. El mismo espíritu. Lo compré con toda la ilusión del mundo aunque mi presupuesto era muy justo. Sabía que no estaba perfecto, pero pensé que podría ir reparándolo poco a poco.
A la semana, el embrague dijo basta. No tenía dinero para llevarlo a un taller, ni herramientas profesionales, ni un elevador. Pero tenía lo más importante: ganas y determinación. Me tiré al suelo de mi casa y, sin haberlo hecho nunca antes, conseguí cambiar el embrague yo solo. Fue duro, tardé mucho tiempo y hubo momentos en los que estuve a punto de rendirme… pero lo conseguí.
Creí que a partir de ahí empezaría a disfrutarlo, pero lo peor aún estaba por llegar: el motor empezaba a mezclar agua con aceite. Desmonté el enfriador de aceite y descubrí que estaba lleno de lodo y obstruido. Lo limpié y revisé, pero el problema continuó. Seguí investigando, aprendiendo, desmontando sin miedo… y entonces encontré la verdad: la culata estaba rajada. La llevé a reparar, pero me dijeron que no tenía solución. Encontré otra de segunda mano… y también estaba rajada. Ese día sentí que todo se me venía encima. Me quedé sin fuerzas. Lloré. Pensé dejarlo todo.
Pero entonces apareció lo que sostiene este proyecto: mi novia, que me animó a no abandonar. Gracias a ella seguí buscando y encontré un motor completo a 300 km de casa. No me lo pensé: enganché el remolque de mi tío y crucé España en pleno verano con un coche sin aire acondicionado y solo 90 CV, tirando de un remolque más grande que él. Sin garantías. Solo con la palabra del vendedor. Lo cargué, volví a casa y lo monté gracias a una grúa que me prestó un familiar.
El motor arrancó… pero empezó a perder anticongelante. Otra prueba más. Ahora estoy comprobando si la fuga viene de la junta de la bomba de agua. Y lo digo claro: podré tardar lo que haga falta, pero no me pienso rendir hasta terminar este proyecto.
Mi sueño es dejar este Patrol como se merece: quitar el negro mate provisional y pintarlo blanco, como el de mi abuelo, restaurar el interior, sanearlo completo, levantarlo un poco, montarle snorkel, ruedas más anchas, winch, homologar todo y finalmente convertirlo en histórico. Sé que aún queda mucho trabajo y dinero que hoy no tengo, pero voy avanzando paso a paso, aprendiendo con cada tornillo y cada fallo.
No es un coche cualquiera. Es mi promesa. Es lo que me conecta con quien me enseñó a no abandonar. Y si WD-40 me da la oportunidad, no solo terminaré este Patrol: lo convertiré en una historia que demuestre que con esfuerzo, humildad y ganas… todo se puede.